Quiropráctica contra la sordera: lo que dice la historia
El 18 de septiembre de 1895, Daniel David Palmer estaba trabajando por la tarde en su oficina cuando un conserje, Harvey Lillard, comenzó a trabajar cerca. Un ruidoso camión de bomberos pasó cerca de la ventana y a Palmer le sorprendió que Lillard no reaccionara en absoluto. Se acercó al hombre e intentó iniciar una conversación, pero enseguida se dio cuenta de que Lillard padecía sordera.
Con paciencia, Palmer consiguió comunicarse con el hombre y supo que había escuchado con normalidad la mayor parte de su vida. Sin embargo, un día, mientras estaba en una posición apretada y encorvada, sintió como algo hacía «pop» en su espalda, y cuando se levantó, se dio cuenta de que no podía oír. Palmer dedujo de esto, que los dos acontecimientos, el crujido en la espalda y la sordera, tenían que estar conectados.
Palmer examinó la columna del conserje y descubrió un bulto en el área donde Lillard decía que había sentido el ruido. Razonando que el bulto era el resultado del desalineamiento de una de las 24 vértebras de la columna, «llegué a la conclusión de que si la vértebra volvía a su sitio, el hombre recuperaría la capacidad auditiva», escribió después en sus notas. «Con este objetivo en mente, y después de una charla de media hora, convencí a Mr. Lillard para que me dejara recolocarla. La devolví a su posición con el proceso espinal como palanca, y unos días después pudo oír como antes.
En el proceso, ¡nació la quiropráctica! Sin embargo, los antiguos Egipcios y Griegos, aunque poseían poco conocimiento sobre la estructura interna del cuerpo humano, ya sabían del continuo esfuerzo del cuerpo para curarse a sí mismo.
Durante el Renacimiento, los hombres del conocimiento propusieron teorías que hablaban de “fuerzas vitales” dentro del cuerpo. Fuerzas que organizaban su propia resistencia a la enfermedad y mantenían al cuerpo saludable. Esta “fuerza vital” es a lo que los Doctores en quiropráctica denominamos “inteligencia innata del cuerpo”.
Fue D.D. Palmer quien, en 1895, descubrió la relación entre las fuerzas vitales de los cuerpos, el sistema nervioso, la columna vertebral y la expresión de salud. El se dio cuenta de que la inteligencia innata se esfuerza continuamente para mantener al cuerpo en armonía y en un funcionamiento perfecto, utilizando al sistema nervioso para coordinar, regular y controlar todas las funciones dentro del cuerpo humano.
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