Cómo fomentar los dones innatos de los niños
Cada niñ@ es único. Los padres llegan a reconocer a sus hijos como individuos muy distintos poco después del nacimiento. En parte, eso se debe a que los bebés llegan con rasgos y talentos que esperan en un estado bruto de potencial.
Los jóvenes tienen un impulso innato a explorar sus posibilidades. A veces esto los lleva por caminos que no reciben aprobación. Lo que a menudo no reconocemos es que estas idiosincrasias o problemas exactos pueden indicar los dones de un niñ@.
Como explica James Hillman en su libro El código del alma: en busca del carácter y la vocación,
“Quiero que nos imaginemos que lo que atraviesan los niños tiene que ver con encontrar un lugar en el mundo para su vocación específica. Están tratando de vivir dos vidas a la vez, la que les dio nacimiento y la del lugar y entre las personas en las que nacieron. La imagen completa de un destino está contenida en una pequeña bellota, la semilla de un enorme roble sobre pequeños hombros. Y su llamada suena fuerte y persistente y es tan exigente como cualquier voz regañona de los alrededores. La llamada se manifiesta en las rabietas y obstinaciones, en la timidez y en los retraimientos que parecen poner al niño en contra de nuestro mundo, pero que pueden ser protecciones del mundo con el que viene y del que proviene.
Puede resultar difícil reconocer estos dones. A veces se manifiestan de maneras misteriosas. A menudo no podemos ver el panorama completo hasta mucho después de que el niño se haya convertido en adulto. A veces tampoco podemos ver nuestros propios dones, aunque nos hayan susurrado acerca del destino o nos hayan herido donde se nos negaron.”
Laia crea caos con sus juguetes. Esta niña no guardará bloques con otros bloques, ni pondrá calcetines en el cajón de su tocador. Como preescolar, agrupa las cosas con la lógica que solo ella entiende. Una de esas colecciones está hecha de bloques rojos, un calcetín a rayas, cucharas de plástico y canicas. Ella canta para sí misma mientras reorganiza estos elementos una y otra vez. Laia es castigada cuando se niega a guardar sus rompecabezas en la caja correcta o a volver a juntar sus platos de té. Ella continúa haciendo y jugando con estos conjuntos extrañamente ordenados, pero los esconde fuera de la vista para evitar meterse en problemas, hasta que la fase pasa cuando tiene 9 años. Ahora, como adulta, Laia está realizando estudios postdoctorales relacionados con la teoría de cuerdas. Su trabajo como física tiene que ver con encontrar ecuaciones comunes entre fuerzas naturales dispares.
La alta energía de Max frustra a sus padres. Como preescolar, se sube a los muebles y las barras de cortina, e incluso intenta escalar repetidamente los gabinetes de la cocina. Cuando se convierte en un preadolescente, Max se rompe la clavícula patinando. Sus padres se asustan cuando dice que “solo se siente vivo al límite”. Alrededor de los 15 años se fascinó con la escalada en roca y, a regañadientes, sus padres le dejaron involucrarse. Sus compañeros escaladores, en su mayoría de 20 años, también aman la adrenalina que proviene de los deportes de aventura, pero le ayudan a ganar perspectiva sobre su responsabilidad consigo mismo y con otros escaladores. Su capacidad para concentrarse en la cara del acantilado aumenta su confianza en el suelo. A los 19 años ya está certificado como voluntario de búsqueda y rescate en la montaña. Max está pensando en ir a la escuela para convertirse en técnico de emergencia.
La educación que pone énfasis en las fortalezas particulares del niñ@ le permite prosperar, sin importar si esas dotes pertenecen a las materias académicas generales o a capacidades personales más amplias. Rasgos como un sentido de justicia altamente desarrollado, la habilidad para lograr la cooperación de los demás, el trato con los animales, el amor por la organización, son habilidades de valor inestimable, mucho más importantes que las buenas calificaciones en un examen de ortografía.
Una situación de aprendizaje que fomente las capacidades únicas de cada niñ@ debe dejar un amplio espacio para que estos dones se desarrollen. Esto requiere tiempo y comprensión. La alternativa no solo priva al niñ@, sino también a nuestro mundo de lo que ese niñ@ podría llegar a ser.
Esto debería fomentarse en la escuela, en casa, en el patio de recreo y en las actividades extraescolares.
Reconocer que cada persona nace con capacidades innatas listas para manifestarse no implica que nuestros hij@s estén destinados a la grandeza en el sentido popular de poder o riqueza.
Significa que los niñ@s están esperando desarrollar su propia grandeza personal.
Este desarrollo es un proceso que dura toda la vida para cada uno de nosotros, a medida que trabajamos para desarrollar nuestras capacidades de realización, alegría, salud, significado y esa sensación intangible de bienestar que surge de utilizar nuestros dones.
Tu inteligencia innata está ahí para hacerte muy especial.
Estamos aquí para apoyarte en tu camino para que así sea.
Un abrazo,
Nimrod